Queridos reyes magos… En países de arraigada tradición cristiana, y antes de que otras influencias hicieran tan fuerte la figura de Santa Claus, era muy frecuente que cada niño escribiera una carta encabezada con esta salutación, esperando recibir regalos el 6 de enero, en consonancia con la historia de los tres magos que, enterados del nacimiento del Niño Jesús, acudieron a su pesebre a adorarle y llevarle obsequios.
A continuación, venía un argumento de lo bien que se había portado el remitente durante el año anterior y, en la parte conclusiva, la petición de los juguetes preferidos.
Unos muy inocentes y otros más prestados a seguirle el juego al simbolismo de la fecha, todos encomendaban tan preciado encargo a Melchor, Gaspar y Baltazar, a menudo representados como tres señores barbudos, con turbantes, bonachones y muy risueños. De acuerdo con la tradición, para el largo recorrido y la importante carga, los reyes viajaban con sendos camellos. Tan marcada se hacía la representación de la escena, que muchos dejaban, o dejan, hierba y agua para el consumo de los exóticos cuadrúpedos.
En determinados contextos culturales, la ocasión se presta para que tíos y padrinos regalen a los pequeños, en vez de juguetes, algunos bienes de mayor utilidad económica, como ropa, zapatos, animales de crianza como cerdos y gallinas, o hasta efectivo, como forma de iniciar al pequeño en la administración de recursos, partiendo de la modesta pertenencia.
En el caso de origen, los regalos que recibió el niño consistieron en oro, incienso y mirra, que formaron parte del “patrimonio” temprano del recién nacido, que vino al mundo en condiciones de pobreza, aunque para él, como explican las escrituras, su valor trascendía lo material.
El valor de los obsequios
El oro, que según las interpretaciones bíblicas le fue obsequiado por su condición de rey de las naciones, ha sido siempre un metal precioso, atesorado como fuente de riqueza y de poder.
El incienso, que el niño recibió por su condición de Dios, es una piedra que sometida al fuego desprende humo, utilizado para la adoración y presente hoy en día en las liturgias de varias religiones, incluida la católica, como signo de una oración que sube al cielo. Algunos analistas de la historia bíblica entienden que la modalidad que llevaron los reyes magos era la más aromática.
En cambio, la mirra venía a responder a la condición humana de Jesús. Y dicen los estudiosos que en presagio del martirio al que sería sometido al cabo de su misión, puesto que con dicha sustancia, de naturaleza resinosa y cualidades aromáticas y medicinales, se embalsamaba a los difuntos.
Se reseña que los tres representaban tenencias de alto valor para la sociedad de la época.
¿Pero quiénes eran estos señores tan generosos?
Los evangelios, que se concentran en la historia de la salvación (el aspecto espiritual de la relación de Dios con la humanidad, sustentado en la fe), no ofrecen muchas explicaciones sobre quiénes eran estos espléndidos visitantes, pues el centro es el nacimiento del hijo de Dios.
“Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo»”, cuenta el evangelio de Mateo, capítulo 2, versículos 1 y 2.
Luego detalla que “la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño” (versículo 9) y que “al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra” (10).
Sin embargo, las investigaciones de teólogos e historiadores han llevado a la conclusión de que se trataba de astrólogos de la época. “La historia sobre los “Magos de Oriente” aparece bien definida en los evangelios apócrifos, muy ricos en descripciones sobre estos personajes. En ellos, el término “mago” se ha de interpretar como un sinónimo de astrólogo, un sabio que puede, a través de la lectura de las estrellas, predecir acontecimientos”, indica un artículo de National Geographic.
Sobre el origen de Oriente, reseña que Quinto Séptimo Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo III, interpretó una alusión a ello en el Salmo 72: “Los reyes de Tarsis y de las islas le pagarán tributo; los reyes de Arabia y de Etiopía le harán llegar sus cuotas. Ante él se postrarán todos los reyes, y le servirán todas las naciones”.
Cabe destacar que el número preciso de estos peregrinos o “reyes magos” se dedujo a partir de la cantidad de regalos que, según las escrituras, recibió el Niño Jesús. Sin embargo, los nombres de Merchor, Gaspar y Baltazar provienen de tradiciones más recientes.
Con sus obsequios, los tres reyes magos aportaron al recién nacido Jesús y a su familia, valores muy preciados en la época, aunque en el plano de la fe estaban cumpliendo con el mandato divino de adorar al rey de reyes.
National Geographic Historia. (s. f.). Origen de la tradición de los Reyes Magos y los regalos. Recuperado el 27 de diciembre de 2024, de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/origen-tradicion-reyes-magos-y-regalos_15037
Catholic.net. (s. f.). El significado cristológico de los regalos de los Magos. Recuperado el 27 de diciembre de 2024, de https://es.catholic.net/op/articulos/67938/cat/694/el-significado-cristologico-de-los-regalos-de-los-magos.html