Desde niña Kirsy de la Cruz sólo tuvo una meta: romper todas las carencias económicas que dificultaban su vida y convertirse no sólo en una peluquera profesional, sino también en la dueña de su propia empresa, un salón belleza.
Sus primeras clientas imaginarias fueron sus muñecas, con las que hizo pininos en busca de su sueño, hasta que a los doce años su madre, al verla con esa sed insaciable por aprender la técnica de la peluquería, decidió llevarla como practicante al salón de una persona allegada.
Pasaron los años y Kirsy veía cada vez más lejos poder ahorrar dinero suficiente para tener su salón de belleza. Ganaba RD$7,000 como empleada de una peluquería; ya tenía tres hijos y su salario apenas le alcanzaba para la subsistencia de su familia.
Sin embargo, nunca pensó que aquel 28 de junio de 2010 su vida cambiaría para siempre. Una amiga le manifestó que era prácticamente imposible que ella pudiera juntar la cuantiosa inversión que requería la apertura de un salón de belleza. Le habló de los bancos y de las facilidades que ofrecen a los clientes que optan por préstamos personales, como cómodas cuotas mensuales y hasta cinco años para pagar. No lo pensó dos veces: esa era su oportunidad.
Gracias a esa decisión hoy en día Kirsy es la propietaria del Salón JJ, un negocio completamente equipado y con empleadas que están para atender todas las necesidades, en materia de peluquería, de sus numerosos clientes.
Hace dos años saldó el préstamo que cambió su vida. Los resultados del acceso al crédito se evidencian en un negocio próspero, en crecimiento. Para Kirsys lo más importante es que gracias al apoyo y la confianza que depositó la entidad bancaria en ella, sus hijos y demás familiares gozan de una mejor educación, salud y estilo de vida. Mira el futuro con mayor esperanza y certidumbre.