El ahorro, que es la diferencia entre el ingreso disponible y el consumo realizado, tiene su historia. En 1462 se creó la primera organización sobre esta práctica para proteger a sus integrantes de la usura. Los responsables de esta iniciativa fueron monjes franciscanos en Italia. A la entidad se le llamó “Monte de Piedad”.
Por esa misma época comenzaron a crearse los primeros bancos y surgieron también los primeros cheques de viajero.
Civilizaciones como Egipto, China, Inca, y otras, acostumbraban guardar el fruto de sus cosechas para garantizarse alimentos en situaciones de crisis o de contingencia. Esto era un ejercicio de ahorro.
La práctica de ahorrar ayuda a establecer una reserva para el futuro y a prever la autosuficiencia económica para crear un capital que proteja a las personas, las empresas e instituciones de imprevistos e invertir en actividades reproductivas.