El FMI y gran parte del sector empresarial dominicano llevan años predicando la necesidad de un ajuste fiscal. Les inquieta el déficit del Gobierno, y parecen considerar insuficientes las medidas que éste ha tomado para reducirlo.
El ajuste fiscal puede venir por dos vías, se bajan los gastos o se aumentan los impuestos. Aunque, en principio, al Fondo le interesa esencialmente el resultado neto, sea cual fuere la combinación de medidas escogida, parece inclinarse más por un incremento en las recaudaciones, dada su reiterada mención de la revisión de las exenciones y de la necesidad de que haya una mayor equidad en el reparto de la carga tributaria. El sector privado, en cambio, se inclina hacia el lado de los gastos, y da la impresión de considerar que eliminando partidas superfluas y racionalizando la distribución de las asignaciones presupuestarias se podrá poner el déficit bajo control.
Para el FMI el actual entorno financiero internacional hace más imperativo el ajuste fiscal, pues financiarlo con préstamos externos no será tan fácil y barato como fue en años anteriores. Las tasas de interés en el mercado financiero están en ciclo de alza, y están disminuyendo los fondos disponibles para invertir en valores emitidos por países como el nuestro, dado el atractivo de colocarlos en las economías desarrolladas ahora en fase de crecimiento. Y no ayudarán tampoco los efectos de la reforma fiscal estadounidense.
Pero la dificultad con los ajustes fiscales que se aplican con el propósito de reducir déficits existentes, es que implican un descenso en la demanda agregada de bienes y servicios. O el gobierno reduce sus gastos directamente, o es la empresa privada y las familias las que tendrán que hacerlo si los impuestos y las tarifas de los servicios públicos suben, entre estas últimas la de la electricidad. Y a menor gasto menor crecimiento económico, con las implicaciones políticas que eso acarrea.
Artículo publicado por Volmar en su columna Global y Variable, de Diario Libre. 19 de febrero de 2018.