Si tuviéramos un oráculo, aunque estuviera ubicado en algún lugar remoto del país, la vida sería quizás más aburrida, pero mucho más predecible. Pero aunque no tenemos tal capacidad de predicción, nunca desistimos de tratar de anticipar lo que va a pasar.
El Banco Central, a fin de reducir la incertidumbre que habitualmente rodea a las actividades económicas, establece una meta acerca de la inflación que habrá en el país durante el año. Para el 2013, el rango fijado fue del 4% al 6%, lo que da un valor medio del 5%.
Pero para que se cumpla esa meta, otras cosas tienen que comportarse de modo consistente, entre ellas el tipo de cambio entre el peso y el dólar, el cual se asume terminará el año a 43 por uno.
Sin embargo, a pesar de que aún faltan más de cuatro meses para cerrar el 2013, ya el dólar anda por los 42 y medio, y hay inquietud sobre hasta dónde llegará.
A eso se añade el hecho de que el porcentaje de devaluación del peso ha sido superior a la tasa de inflación, lo que hace probable que más pronto que tarde. habrá de reflejarse en un incremento de precios que haría peligrar el cumplimiento de la meta de inflación.
Es importante entender que el Banco Central no es un oráculo cualquiera, pues no se limita a predecir, sino que tiene mecanismos para hacer que sus vaticinios se cumplan. Uno de esos mecanismos es su poder de persuasión, el cual ha logrado acrecentar, por haber mantenido la estabilidad cambiaria y de precios, a pesar de los déficits fiscales, aunque con la ayuda de préstamos e inversiones externas. Es un poder que no puede darse el lujo de perder.
Es posible que el anuncio de una política monetaria más flexible haya hecho pensar que la presión, que todo banco central recibe, para que facilite los créditos, exportaciones, ventas y creación de empleos, ha superado y desplazado el cumplimiento de la meta cambiaria implícita. Corresponde al Banco Central demostrar que no es así.
Artículo del Sr. Gustavo Volmar, publicado en el periódico Diario Libre, en la columna “Global y Variable”. Lunes 26 de agosto de 2013.