La reforma tributaria propuesta guarda cierta semejanza con la labor de llenado de hoyos en las calles. Llega la brigada con su asfalto, pone letreros en que se dice que se está trabajando para bien de la ciudad, y procede a reparar la vía.
No todas las calles se reparan, sin embargo, como lo atestigua la gran cantidad de vías a las que no se presta atención, sea porque se las considera de importancia secundaria, o porque en la zona no reside ninguna persona influyente o no opera ningún negocio con las necesarias conexiones.
La reforma intenta llenar los hoyos fiscales del gobierno, pero pasa por alto que numerosas familias y empresas tienen sus propios huecos en sus presupuestos. A esos otros huecos les sucede igual que a esas vías que antes mencionamos: no son atendidos, se agrandan y terminan por romper la estabilidad del núcleo familiar y arrastrar negocios a la quiebra.
Pero en realidad la situación es más inquietante. Para el llenado de los hoyos callejeros se traen productos derivados del petróleo, no se le hacen huecos a otras calles para sacar el material de allí. En la reforma, sin embargo, para tapar los hoyos del presupuesto público se va a utilizar material procedente de excavaciones en los presupuestos privados, profundizando los huecos que en ellos pueda haber. De hecho, lo que pueda pasar con esos otros presupuestos ni se menciona, pues lo que se busca son fuentes de recaudaciones rápidas.
Por eso vemos que salvo en lo que toca al gravamen sobre los dividendos, los demás impuestos significativos no son aplicables a beneficios netos, sino a ventas, ingresos brutos, propiedades y otros conceptos que no necesariamente implican que los contribuyentes tengan la disponibilidad de fondos para poder pagarlos.
Vista de ese modo, la reforma comparte las características de una transacción de suma cero, en la cual lo que uno gana es igual a lo que el otro pierde.
Artículo del Sr. Gustavo Volmar, publicado en el periódico Diario Libre, en la columna “Global y Variable”. Lunes 22 de octubre de 2012