Por: Liliany Martínez, ABA
Indiscutiblemente, no se puede hablar de crédito o de préstamo bancario sin resaltar la gran importancia que tiene el contar con este tipo de productos, no sólo porque permiten que los clientes puedan hacer frente a sus necesidades inmediatas de liquidez, sino también por cómo dinamizan la economía al implicar mayores recursos para los sectores productivos, que a su vez demandan otros bienes servicios.
Aunque regularmente ese crédito bancario es considerado una especie de préstamo, existen ciertas diferencias entre estos productos.
En el crédito, la entidad bancaria pone a disposición de su cliente (persona o empresa) una cantidad establecida de dinero, pero este sólo pagará intereses por el monto que haya decidido utilizar.
Un ejemplo de este tipo de producto son las llamadas líneas de crédito o extra-crédito, que otorgan los bancos a través de las tarjetas de crédito, donde el cliente se compromete a pagar sólo si hace uso de estos fondos, con cuotas e intereses que se calcularán en base a la cantidad que decidió retirar, independientemente de cuánto tuviese disponible.
De su lado, el préstamo es una operación financiera en la que el beneficiario debe pagar los intereses sobre el total de la cantidad otorgada por el banco, en un periodo de tiempo determinado y que generalmente suelen ser a más largo plazo que si se tratara de un crédito.
A modo de ejemplo, están los préstamos personales, de vehículos, hipotecarios, entre otros, con plazos de pago de hasta 25 años (en el caso de viviendas) y donde el interés que se pagará en las cuotas acordadas serán en base a la totalidad prestada.
Para cualquiera de estos casos, el pago a tiempo de las obligaciones contraídas con las entidades financieras juega un rol clave para las finanzas, pues mantener un buen historial crediticio habla de tu buen comportamiento a la hora de pagar tus deudas y también te da acceso a la posibilidad de adquirir otros bienes y servicios.