El fin de año para muchos significa el cierre de ciclos. Ciclos laborales, ciclos amorosos o ciclos financieros. Todos comparten un factor en común, y se trata de la introspección. Reivindicarnos conlleva reflexionar sobre lo que funcionó y lo que puede mejorar para tomar mejores decisiones y obtener beneficios superiores.
Si entre tus metas del año próximo se encuentra una mayor organización financiera, estos son algunos consejos que no puedes pasar por alto:
Conoce tu situación económica
Conocer donde estás parado a nivel financiero es el primer paso a la hora de evaluar tus gastos. ¿Cuáles son tus ingresos? Y ¿Cuáles son tus gastos fijos? Partiendo de estas dos preguntas empiezas a estructurar tu perfil y el mismo te permite planificar tus metas de año nuevo de forma puntual y realista.
Metas financieras
Así como existen personas con un alto ingreso mensual que no ven los beneficios a fin de mes, existen otras que con un bajo salario logran ahorrar.
¿A qué se debe esto? A las metas financieras. Una persona que organiza sus finanzas tiene mayor probabilidad de comprarse la casa de sus sueños, andar en el carro de su agrado y vivir con estabilidad económica.
Establece cuáles son tus metas a corto y largo plazo y con base en esto, en conjunto con el valor de tus ingresos, crea tu planificación mensual.
Establece presupuestos de gastos
La palabra “presupuesto” puede generar ansiedad a quienes desconocen la cultura del ahorro. Pero, la realidad es que si gastas más de lo que ingresas o si tu estilo de vida no va acorde a lo que ganas, estás destruyendo la zapata de tu futuro.
El presupuesto separa los gastos fijos de los gastos de entretenimiento, y a su vez puede variar acorde al mes y las actividades que se presenten. No es lo mismo agosto que diciembre, así como no se asimila el mes de tu cumpleaños como un mes corriente.
Ojo con los gastos hormiga
Otro factor que no te permite ver los beneficios de tu trabajo a fin de mes son los gastos hormiga. También conocidos como gastos fantasmas, como su nombre bien lo describe, son esos pequeños consumos que no parecen tener un alto impacto, pero de forma frecuente se convierten en una pesadilla para tu bolsillo.
Se puede ver de la siguiente forma:
- Ese café que compras diariamente fuera de tu casa
- Suscripciones que pagas pero que no utilizas
- El producto adicional que te venden en la gasolinera, pero que no necesitas
- Comer todos los días en la calle
- Un antojo diario de dulce
Entre otros, que asimilan ser inofensivos, pero se multiplican en la deuda de tu tarjeta de crédito.